DOCENTE DE PRIMARIA

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DAIP/CRT

martes, 8 de octubre de 2013

Los poetas siguen viviendo para siempre

Los poetas siguen viviendo para siempre
Hermano, Federico Latorre Ormachea: qué momento tan inesperado escogiste  para levantar tus velas hacia al paraíso de los trovadores lúcidos y agudos de la palabra. Te adelantas, seguramente a cumplir con tu cita en la estación de los bardos inmortales, para verte con los buenos dioses y personajes mágicos de tus relatos y cuentos, que con tanta emoción comprometida, estabas dedicado a describirnos. Depositabas en tus mensajes aquella convicción evidente de tu terca vocación de revelar la existencia viva de manifiestos culturales que poseen nuestros pueblos andinos en la práctica vivencial de sus vidas diarias. A aquellos, acostumbrabas relatarnos con la naturalidad fragante de los jardines de Ampay; a veces mordaces, irónicos, pero profundamente firmes. Llano y sentencioso a manera de la filosofía popular de las hierbas comunes del campo. Sólo los hombres hechos de tierra y piedra como tú,  podrían hacerlo.
Federico, también hoy preferiste asistir a la cita para verte con el buen dios de Vallejo, Mariátegui y Arguedas. A reencontrarte en la inmensidad de la antesala del Parnaso con Beatriz y Dante. Con el alma tenaz, pero sincero de Valdelomar  y  Francisco Izquierdo Ríos. Con el siempre águila de James Oscco, los cóndores de Manuel Robles Alarcón, Julián Huanay, Luis Nieto, Marianito Huillca y de otros buenos habitantes del Olimpo.
¡Oh grande Apu de la tierra de todos…!: Salkantay, Ampay, Apu Runco, Suparaura, Himalaya, Karakórum, Everest (Asia), Aconcagua (Argentina) Kibo (África) Huascarán, etc. acoge en vuestro eterno gremio a este hermano nuestro, que prefirió ser soñador y trovador de espíritus expatriados. Eligió ir al lado de los perseguidos por los degolladores de hierbas y amantes de corridas y peleas de gallos. Dios de las alturas, cógelo en tu hondura azul. Este hombre de rara belleza, jamás se doblegó ante los generadores de dióxidos de carbonos que lastiman los corazones de nuestras montañas; ni se embrolló ante los escribidores de sombras para las sombras. Él, fue un hombre claro, honesto, tallador de abrazos abiertos. Creemos que el desarrollo de la inteligencia y del poder físico, siempre serán necesarios si han de servir para elevar los fines más prioritarios del vivir humano. Federico nunca fue ajeno a este principio, estaba convencido de lo que hacía y decía. Tal vez por eso, el vehículo de su comportamiento fue siempre la veracidad.
Hermano Federico, ya no tendré quién adopte mi presencia en Abancay, que en total contento me recibías cuando yo llegaba. Con quién ahora, lleno y emocionado -como diría Vallejo- improvisaré saltos escolares como cuando sucedía en cada encuentro nuestro. Y luego me decías: “Apurunku, qué bueno que llegaste, ya era hora… vamos al mercado las Américas a saborear un yuyo aushcha o jugo de papaya…” Yo era feliz, no estaba solo, aún tenía a alguien que se atrevía a soportar mi tosca y desamparada presencia. Vive amigo mío, siga viviendo para siempre, los poetas no sucumben. Siga viviendo en el murmullo transparente de las aguas del río grande; en las piedras mágicas de las alturas, en los corazones eternos de nuestros amados pueblos.
                      ¡Ah…no te olvides de esperarme cuando yo arribe a Abancay, tienes que acompañarme al mercado a repartir nuestros sueños…!
                                                                                                                             Callao, 8 de octubre del 2013
                                                                                                 Siempre… tu hermano,

                                                                                                 Apurunku  (Alejandro Medina Bustinza)
                                                                      
Lejanía  iii
              “Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo...”
                                                        José Ángel Buesa

Desde que se hizo tu ausencia
            en mis ojos
                        llueven tardes despedidas.
Desde que ya no estás conmigo
                        el río
                             ha olvidado sus cauces.

Ya no festejan mayos
los graneros en los trigales.

Hasta los pichiuchas
han callado sus charangos
                        en mis tejados.

El ichu está penando
sus tiernas perdices.
Han anidado cuervos
los campanarios.

Ya no se oyen
las faenas por las praderas
ni aparecen sudorosos
los viajeros
de trigo y horno.

Y han leñado en velatorios
los últimos paraderos.
Y palpitan inviernos
                        en mis labios
ya no vuelan mariposas
sin tus manos.

Desde que se hizo tu ausencia
en mis ojos
llueven tardes despedidas.

                                                          “Ojos tocuyo” Pág. 70


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