DOCENTE DE PRIMARIA

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DAIP/CRT

sábado, 25 de mayo de 2013

EL DÍA Y LA NOCHE



Había una vez, un planeta llamado Tierra, en el que por una parte del planeta era de noche y por el otro lado, era de día.
Julia, una niña de tan sólo 5 años, se había dado cuenta de que por el día había luz y que por la noche se encontraba todo muy oscuro. Así que un día, cuando Julia estaba en su cama leyendo un cuento antes de irse a dormir, llegó su madre para darle un beso y desearle felices sueños.

Buenas noches Julia, que tengas dulces sueños“, le dijo su madre mientras que la arropaba.
Mamá, ¿por qué por la noche todo está oscuro y no hay sol?” le preguntó Julia.
Entonces, la mamá de Julia se sentó en el borde de la cama, junto a ella, y le dijo: “hoy te voy a contar una historia sobre el día y la noche, y estoy segura que serás capaz, de entender por qué existe el día y por qué existe la noche“.
Julia, estaba deseando escuchar la historia que le había dicho su madre, pues sería entonces cuando comprendiera muchas de las preguntas que se había hecho sobre el sol y la luna.
La mamá de Julia empezó a hablar: “Hace mucho tiempo, se crearon los planetas, y entre ellos, el planeta en el que vivimos, llamado la Tierra. Nuestro planeta gira sobre sí mismo, como si fuera una peonza dando vueltas, pero con una diferencia, y es que la Tierra gira más despacio, tardando 24 horas en dar una vuelta. Así es como la Tierra gira sobre sí misma, y recibe el nombre de movimiento de rotación“.
Mientras tanto, Julia seguía muy atenta a todo lo que le estaba contando su mamá, pues nunca había escuchado nada sobre los planetas y el sol.
La madre de Julia prosiguió: “Así que cuando el planeta Tierra se encuentra girando sobre sí mismo, por un lado será de día, pues el sol hará que este iluminado. Y en la otra mitad del planeta, es de noche, pues no recibe ningún rayo de luz, y hay oscuridad. Por tanto, mientras que en un lado de la Tierra es de día, en el otro lado, es de noche“.
Julia, tras haber escuchado a su mamá contarle esa historia, entendió que hay día, porque el sol nos ilumina cuando nos encontramos frente a él, y que se hace de noche cuando nos alejamos de los rayos del sol.
Hoy, Julia había aprendido algo nuevo que no sabía, y aún siendo tan pequeña, tenía la sensación que aquello que le había contado su mamá era muy importante para todos los habitantes de la Tierra, pues gracias a el sol, existe la vida en nuestro planeta.
FIN

EL PASTORCILLO Y SUS OVEJAS

Había una vez, un pastorcillo, Nino, que vivía en un pequeño pueblo al lado de una montaña, con verdes prados y un río muy caudaloso, haciendo de aquel pequeño pueblo un sitio encantador, no sólo por la naturaleza que existía allí, sino por la amabilidad de los cien habitantes de este pequeño pueblo.


El pastorcillo, siempre estaba con su rebaño de ovejas, su perro y su burrito. Todos los días, antes de que empezara a salir el sol, Nino, el pastorcillo, ya estaba listo para ir a su corral para ir a ordeñar a las ovejas  y cabras de su rebaño, para después salir a pastar al campo con ellas.
Nino, el pastorcillo, aunque ya era algo mayor, se pasaba todo el dia fuera de su casa, y regresaba antes de que se hiciera de noche, tan cansado como su rebaño. Sin lugar a dudas, ser un pastor era una profesión muy sacrificada, pues se requería ser  fuerte y estar en buena forma física, pues se pasaba todo el día paseando con las ovejas por el campo todos los días y además, ordeñarlas, para luego tener leche y hacer quesos.
El pastorcillo, cuando sacaba demasiada leche, de ordeñar a las ovejas y a las cabras, de su rebaño, para después salir a pastar al campo con ellas.
Nino, el pastorcillo, aunque ya era algo mayor, se pasaba todo el dia fuera de su casa, y regresaba antes de que se hiciera de noche, tan cansado como su rebaño. Sin lugar a dudas, ser un pastor era una profesión muy sacrificada, pues se requería ser  fuerte y estar en buena forma física, pues se pasaba todo el día paseando con las ovejas por el campo todos los días y además, ordeñarlas, para luego tener leche y hacer quesos.
El pastorcillo, cuando sacaba demasiada leche, de ordeñar a las ovejas y a las cabras, la solía repartir entre toda la gente del pueblo, pues para él era como un símbolo de gratitud hacia sus vecinos, pues siempre le habían tratado muy bien. A veces, cuando llegaba de noche a su casa, los vecinos, Juan y Milagros, le tenían preparada la cena, pues sabían que volvía muy cansado de estar todo el día fuera de su casa. Y así, todos y cada uno de los vecinos, le hacían sentirse más feliz.
Nino, el pastorcillo sabía que la gente del pueblo le quería mucho, y que por eso él también debía quererlos y hacerles sentir bien con pequeños detalles.

LA PRIMAVERA Y LAS FLORES DEL CAMPO


Hoy era un día de primavera y dos amigas del colegio, Laura y Sara acordaron ir al campo porque, como es característico en esta época del año, había muchas flores y los almendros estaban floreciendo.
Ese día al salir del colegio, las dos amigas fueron a jugar al campo que había al lado del colegio, pues era un día espléndido y el sol brillaba con mucha intensidad, incrementando aun más la belleza que tiene el campo en primavera, donde los prados parecen un mar verde intenso.


Laura le dijo a Sara: “Sara, voy a hacer un ramo de flores muy grande para mi mamá“.
Entonces Sara le contestó: “Qué buena idea Laura, pues yo también le haré uno para mi madre“.
Las dos niñas estaban entusiasmadas con hacer un ramo de flores del campo para llevárselo a sus mamás, de hecho, Laura le dijo a su amiga: “tenemos que hacer un ramo de flores muy bonito y muy grande. Cogeremos flores de distintos colores, amarillas, rojas, blancas y haremos un ramo que refleje los colores de la primavera“.
Sara, mientras hacía el ramo de flores para su mamá, se acordó de su profesora, de lo bien que explicaba y de las veces que había ayudado a Laura y Sara cuando no conseguían resolver los problemas que les ponía. Así que se quedó pensando un momento y dijo: “Laura, podríamos hacer también un ramo de flores para llevárselo a la profesora al colegio, ¿qué te parece? Laura respondió: “claro que sí, hagámosle también uno para ella“.
Las dos amigas hicieron juntas el ramo de flores para la profesora y cuando terminaron se fueron a sus casas.
Tanto la mamá de Laura, como la de Sara, se pudieron muy contentas por el regalo que les habían hecho las niñas.
Al día siguiente, Sara y Laura llevaron al colegio el ramo de flores que le habían preparado a su profesora Milagros, la cual mostró su alegría por el regalo que sus alumnas le habían hecho, pues las flores le gustaban mucho. Así que cogió un jarrón, lo llenó de agua y puso las flores en su mesa, mostrándose muy orgullosa de Laura y Sara.
FIN

LA PAJARITA DE LA NIEVE


Había una vez una viejecita, llamada Misi, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montes. Los inviernos en aquel pueblo eran muy gélidos y no existía la calefacción por aquel entonces. Es por eso que Misi, iba al monte a recoger leña para hacer fuego en la chimenea y poder calentarse.
Hoy, Misi, subía al monte en busca de más leña, pues apenas le quedaba para unos días, y justo por el camino se encontró con una pajarita de la nieve, que empezó a seguirla.
Hola pajarita de la nieve, si estás por aquí significa que va a hacer mucho frío estos días, ¿verdad?“, le dijo Misi a la pajarita.
Sí, estos días van a ser muy fríos porque va a nevar“, le respondió.


Vaya… pues voy a darme prisa porque apenas me queda leña en casa con la que calentarme, así que tendré que cargar con mucha leña”, dijo Misi.
“No se preocupe, voy a buscar a un viejo amigo que tengo por estos montes y le ayudaremos”, le dijo la pajarita y salió volando.
Entonces, la pajarita de la nieve fue en busca de su amigo el gorila para ayudar a Misi a cargar con la leña. Cuando la pajarita le contó que necesitaba ayuda una viejecita, no se lo pensó un momento y dijo: “Claro que os voy a ayudar pajarita de la nieve, tenemos que darnos prisa por que cada vez hace más frío“.
Así que volvieron al lugar donde se encontraba Misi,  para cargar con la leña y  llevársela a su casa.
Muchas gracias por vuestra ayuda, de verdad, yo ya soy mayor y me cuesta mucho cargar la leña“, le dijo Misi a la pajarita de la nieve y al Gorila.
Fue tanta la leña que le llevaron a su casa, que Misi iba a tener leña para todo el invierno, y no tendría que volver a subir al monte más, y podría estar calentándose en la chimenea sin notar el invierno tanto frío.
Misi, muy agradecida por la ayuda que había recibido, les invitó a comer un caldo caliente en su casa.

FIN

EL COCODRILO COJO


Había una vez un cocodrilo muy valiente que vivía desde pequeñito en la casa de Jamelguillo y Jamelguilla, su nombre era Cojo, sí, Cojo, así fue como le llamaron y os vamos a contar por qué.
La historia de nuestro amigo el Cocodrilo comienza en la orilla de un río, pero no era un río cualquiera… era un río peligroso no solo por la fuerza que tenían sus aguas, sino porque en aquel río, habitaban unos cocodrilos salvajes y muy muy peligrosos, era el río Nilo.
Hacía ya mucho tiempo, que nadie se acercaba por aquel paraje, a pesar de la gran belleza de ese lugar, pues estos malvados cocodrilos acechaban las orillas del río Nilo. Fue por eso, que pusieron carteles alertando a la gente de los cocodrilos salvajes.

Un día, Jamelguillo y Jamelguilla se encontraban dando un paseo por un camino cercano al río Nilo. Estaba siendo un paseo muy agradable, pues el sol había salido y los pajaritos cantaban sin parar.
Pero de repente, , se empezaron a escuchar gritos, parecía que eran gritos de auxilio, y provenía de las orillas del río Nilo
Jamelguillo, al escuchar los gritos, sin dudarlo un momento, salió corriendo para ver que era lo que estaba pasando, pues sabía que los cocodrilos rondaban por las orillas del río y era un lugar muy peligroso.
Cuando Jamelguillo llegó a la orilla del rio, sofocado y sin apenas respiración de lo rápido que había corrido, se encontró con dos cocodrilos enormes que estaban intentando atacar a un pequeño cocodrilo, que había llegado hasta esa parte del río y se encontraba totalmente desorientado al verse acorralado por los cocodrilos salvajes.
Tranquilo pequeño, ven, agárrate a mi mano para salir de ahí. Corre corre“, le dijo Jamelguillo al pequeño cocodrilo.
Ayúdame por favor, me han herido en la patita“, le respondió el cocodrilo.
Por fin, consiguió agarrar la mano de Jamelguillo y éste tiro todo lo fuerte que pudo hasta que consiguió sacar al pequeño cocodrilo de la orilla del río donde se encontraban los dos cocodrilos salvajes. “Vamos valiente que ya te tengo, salgamos de aquí cuanto antes”, le dijo Jamelguillo guiñándole un ojo.
El pobre cocodrilo esta temblando del miedo que había pasado, entonces dijo a Jamelguillo: “Muchas gracias por salvarme la vida, pero no sé que voy a hacer ahora porque ya no puedo volver allí…
Entonces Jamelguillo y Jamelguilla se miraron y le dijeron: “Si quieres puedes venirte a vivir con nosotros, que vivimos en una casita cerca de un lago en el que podrías bañarte siempre que quisieras… ¿Quieres venirte a nuestra casa?“ .
Siiiiiiiii” , contestó el cocodrilo.
Pues vamos a casa cocodrilo cojo, que te voy a curar esa patita“, le dijo Jamelguilla.
Así fue como al pequeño cocodrilo, le llamaron Cojo, pues aunque su pierna quedó como nueva tras la cura que le hizo Jamelguilla, a él le gustaba el nombre que le habían puesto, ya que le recordaba que le habían salvado la vida. Y así fue como Cojo pudo correr de un lado para otro por el lago cercano a la casa donde ahora vivía.


FIN

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