La actividad lectora es una actividad integradora en la formación y el desarrollo de capacidades y habilidades de aquellos que leen. Constituye el elemento esencial para su propia transformación del quien lee, de su contexto social, histórico cultural y natural.
¿Qué significa esto? Significa depurar algunas descripciones desiertas y monótonas, atribuidas a la actividad lectora, con el esclarecimiento de su carácter de mediador entre el texto y lector, junto al momento real y social en el que se desarrolla.
La lectura, es un instrumento integrador del desarrollo humano. Tradicionalmente aún se continúa describiendo de manera aislada. Su capacidad integradora del desarrollo humano se desconoce, y su realización aparece alejada de factores contextuales psico - sociales y culturales, considerándose como simples acciones superficiales.
En la aplicación educativa, se presenta aún sin ninguna investigación profunda ni con criterios pedagógicos adecuados, mostrándose sólo como actividades repetitivas de leer por leer, o se da solamente por complementaciones normativas de carácter obligatorio, como se viene o como se quiso aplicar en la política educativa de primaria y secundaria en las últimas décadas.
Las autoridades (a quienes, parece que poco o nada les interesara la educación de los hijos de las grandes mayorías), vocean que deberá leerse y leerse más libros, hasta llegar a la comprensión, como si los niños y jóvenes fueran unas máquinas autómatas, sin mayores necesidades que leer y leer para su efectiva asimilación integradora. En ningún momento dicen, como señala el Dr. Luis Castro Kikuchi, en su Diccionario de Ciencias de la Educación:
a).-En qué condiciones nutritivas se asiste a la escuela.
b).-Cómo se hallan las bases sensorio-motrices, junto al conocimiento del esquema corporal del educando.
c).-Qué insuficiencias lingüísticas se presenta en el niño y cuáles son sus capacidades de procesamiento del pensamiento abstracto.
d).-Qué hay de la falta de afectivas familiares – sociales, que todo niño debería poseer para su mejor desarrollo.
Estas carencias constituyen insuficiencias en el aprendizaje y están originadas desde la realidad de las familias y sus innumerables problemas socio-económicos, laborales, etc. De todo esto nada se habla. El único culpable, es el maestro. En este país, es tan fácil evadir responsabilidades. Las autoridades no sólo esquivan sus compromisos, sino, son sencillamente ineptos y miopes frente a la problemática de la educación y la enseñanza.
Situaciones socio psicológicas y culturales en las que se propicia la lectura
En el proceso de la actividad lectora, sobre todo en la edad escolar, son indispensables ciertas situaciones sociales, psicológicas y culturales en las que se propicia la lectura. Para su mejor aplicación, habría que desarrollar experiencias adecuadas, es decir, estrategias pedagógicas extraídas de un estudio apropiado, teniendo en cuenta el reconocimiento de los siguientes factores que condicionan, directa o indirectamente, el aprendizaje de cada alumno:
a).- Condiciones socio-económicos y conocimiento real de actividades que dedica cada alumno en su matriz familiar.
b).- El conocimiento del nivel, ritmo de aprendizaje y rendimiento en la escuela.
c).- Las condiciones estables de los elementos que conforman una familia y la relación favorable o desfavorable del niño con sus progenitores.
d).- Salud y alimentación
e).- El reconocimiento de vacíos de sus saberes previos.
f).- El conocimiento de las condiciones existentes o inexistentes de estímulos oportunos socio culturales, y las imposibilidades de acceder a la adquisición de textos adecuados, es decir, de lecturas correspondientes a sus necesidades.
g).- El bombardeo de mensajes deformantes de los medios de comunicación, entre otros.
Reiteramos, para la mejor presentación y desarrollo de una actividad lectora, es necesario reconocer como condiciones importantes, hasta diría determinantes, los factores antes referidos. Porque si los obviamos, con seguridad seguiremos planteándonos los resultados de la problemática lectora, desde un punto de vista de la miopía mecanicista, evasiva, irresponsable. Habrá quienes creen que la lectura se resuelve con algunas técnicas derivadas del momento, o que es un acto sólo de intercambios de informaciones significativas entre el autor y el lector.
Veamos lo que indica el “Manual de animación lectora” del M.E. edición 2006 pág. 9: “el acto de leer es un proceso de dinamización e intercambio de significados entre el texto y el lector…”. En otra parte del documento oficial, el proceso de la lectura se minimiza a sinónimos de formación o fortificación moral en procura de ciertas satisfacciones y afición a leer. Para algunos, el propósito del hecho de leer, es sólo la búsqueda de agrado y complacencia a necesidades de entretenimiento e información de sus realidades. El Ministerio de Educación a través del Diseño Curricular Nacional pág. 116 señala: “…al leer un texto se busca satisfacer diversas necesidades (informarse, aprender, entretenerse, seguir instrucciones etc.)”.
Con esta insuficiente ilustración, habría que estimar a la actividad lectora sólo como un medio para despertar hábitos de lectura con fines de entretenimiento, para cubrir satisfacciones de placer espiritual. Al respecto, se hace imprescindible aclarar, el efecto producido en la apreciación lectora de una obra artística. Por ejemplo, en la literatura. El lector de una obra literaria puede alcanzar niveles de satisfacción artística, es cierto, pero esto sucede exclusivamente con criterios estéticos, unidos al nivel intelectual del autor que aparece en el contenido y forma del texto, produciéndose capacidades de apreciación literaria en función de la belleza artística a través de la palabra escrita.
Una obra literaria, trae consigo expresiones artísticas de creación y comunicación de un trabajo intelectual, haciendo uso de imágenes, símbolos o figuras literarias y se resalta la belleza de una lengua confeccionada, las palabras combinadas adecuadamente junto a la habilidad y creatividad del escritor.
Como toda creación del hombre, el fenómeno literario tiene su origen. Se dio en su vida colectiva, histórica, cultural y social. Sin embargo, el goce estético que provoca una obra literaria, no debe ni puede ser el objetivo primordial de una actividad lectora. El proceso de la lectura cumple un rol más amplio e integrador del desarrollo humano, siendo un mediador determinante y concreto en el proceso de impulsar y dirigir la formación totalizadora del lector.
Tampoco corresponde reducirlo a una simple actividad puramente contemplativa, curiosidad, encasillada a las concepciones mecanicistas, es decir, un mero medio para conocer el universo, para incorporar otras experiencias y formas lingüísticas etc. Leamos lo que indica el M.E. en “Guía para el desarrollo de capacidades comunicativas”, edición 2006 pág. 26: “La lectura es un vehículo indispensable, para ponerse en contacto con el mundo…”. Luego se añade: “Actividad dialógica para aprender de otros procesos lingüísticos: ortográfico, vocabulario, modelos de construcción y composición…”.
Los factores referenciales que indica el M.E. sólo constituyen una parte de los objetivos de una actividad lectora, pero ¿qué hay de los que corresponden a la realidad de los educandos? Si a esto agregamos los factores reales condicionantes con respecto al educador, creemos que el asunto se hace más sensible y cuestionable, lo cual demandará mayores experiencias que desarrollar para su aplicación correspondiente.
Volviendo al Ministerio de Educación, las descripciones que se hacen del proceso de la lectura, con referenciales interesantes, son a mi parecer, referenciales secundarios. Suenan y truenan bonito, pero sólo son ruidos desafortunados, desprovistos de una explicación objetiva. Seguramente afortunados en poseer adornos altisonantes. No aparecen los vínculos interactuantes de los factores psico - motrices y socio culturales de su inmediata realidad lingüística, intelectual y afectiva del lector. Es decir, del niño. Estas condiciones son determinantes en el desarrollo efectivo de la actividad lectora, en especial en niños y jóvenes del nivel escolar y universitario, de los contextos rurales y marginales de nuestro país. (Parte del texto, que se halla publicado en la obra: “Se prohíbe estar triste” de mi autoría, Editorial Arteidea 2008)
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