DOCENTE DE PRIMARIA

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martes, 18 de junio de 2013

El borracho y el eco (Poema)




En Noche Oscura y brumosa

tan atontado iba Antón,

que cayó de un tropezón

en la acera resbalosa.

Soltó un feo juramento

diciendo: ¿quién se cayó?

Y en la pared del convento

repercutió el eco: "yo".

- Mientes! Fuí yo quien caí;

y si el casco me rompí

tendré que gastar pelucas...

- Lucas!

- No soy Lucas, voto a Dios!

Vamos a vernos los dos

ahora mismo farfantón.

- Antón!

- Me conoces, eh! tunante?

Pues aguárdate un instante,

conocerás mi navaja...

- Baja!

- Bajaré con mucho gusto

¿Te figuras que me asusto?

Al contrario, más exalto...

- Alto!

- ¿Alto yo? ¿Piensa el osado

que en este pecho esforzado

el valor ya está marchito?

- Chito!

- ¿ Y pretende el insolente

mandar callar a un valiente?

¿Que calle yo? Miserable!

- Hable!

- Hablaré, por vida mía,

hasta que tu lengua impía

con este acero taladre...

- Ladre!

- ¿Ladrar? ¿Soy perro quizás?

¿Dónde, villano do estás

que de esperarte me aburro?

- Burro!

- ¿Burro yo? Insulto extraño

que vengaré a mi amaño.

El momento es oportuno...

- Tuno!


- ¿Dónde está el majadero

que me toma por carnero?

Responde. ¿Dónde se encuentra?

- Entra!

- Sal tu, si no eres cobarde;

y apresúrate que es tarde.

A pie firme aquí te espero.

- Pero!

- No hay pero que valga, flojo!

Sal que ya estoy viendo rojo

y ansío tenerte en frente...

- Ente!

- ¿Pero dónde estás? Repito

que estoy oyendo tu grito

y tu ausencia ya me admira.

- Mira!


- Si, miro; pero qué diablo!

No puedo ver con quien hablo,

pues no aparece ninguno.

- Uno!


- Uno o cien, lo mismo da;

que salga, que salga ya.

Lo aguardo. Aquí me coloco!

- Loco.


- ¿Así te burlas de mi?

¿Quién eres, quién eres, dí?

No me hagas perder la calma.

- Alma!


- Mas si eres un alma en pena,

¿cómo no oigo tu cadena?

Basta de bromas; concluye.

- Huye!


- No tal; no me iré de aquí

sin saber quien me habla así.

Dime siquiera tu nombre.

- Hombre!


- ¿Pero estás vivo o difunto?

Aclara bien este punto,

que a mi ya nada me asombra.

- Sombra!

- Una sombra y la insulté!

Perdóname que tomé

cuatro copas con bizcocho.

- Ocho!


Marchóse Antón al momento

y en casa contó a su esposa

que una sombra pavorosa,

en la acera del convento

le había hablado. Y no era cuento!


Francisco de Añón

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