En Shupluy hace muchos años atrás vivían tres niños Juan, Rosa, Marcelina con sus padres. Ellos tenían una casita a orillas de río Santa. Una tarde los tres hermanitos después de ayudar en las tareas del campo y sabiendo que sus padres saldrían se pusieron de acuerdo ir hacia el cementerio para demostrar su valentía.
Iluminados de la luna enrumbaron hacia su destino los tres chiquillos jugando por todo el camino, después de llegar al cementerio retornaron a su casa para descansar. Al rato llegaron sus padres quienes a los lejos divisaron una luz parpadeante que se acercaba estaba flotando en el aire, era un alma perdida que pasó sobre la puerta; ellos asustando se pusieron en medio de los niños el alma los vio y desapareció.
Finalmente al día siguiente los padres contaron a sus hijos lo sucedido que gracias a ellos el alma nada los hizo y ellos prometieron nunca más molestar a los muertos.
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