La rana solitaria
Había una vez una rana que vivía sola junto a unas
cañas y a un gran estanque. No conocía a ningún otro animal. Creía que en el
mundo entero ella era el único ser que existía.
Un día se levantó una tormenta sobre el estanque. La
rana nunca había visto una tormenta. Oyó un trueno y pensó que era la voz de
otro ser viviente.
"¡Me está llamando!", pensó la rana llena
de alegría. "¡Me busca y quiere hablar conmigo. Pero no podrá
encontrarme!".
En ese momento se oyó muy cerca otro trueno.
¡Aquí estoy!
- exclamó la rana - ¡No te vayas. Ya voy! Y trepó por los tallos de las cañas.
Al rato oyó un relámpago y después estalló un trueno
tan fuerte que a la rana le retumbaron los oídos.
¡Te he visto! - gritó feliz la rana -. ¡Eres muy
hermoso! ¿Me ves tú? ¡Estoy aquí! ¡Me gustaría ser tu amiga!
De pronto, se levantó un vendaval que arrastró a la
rana por los aires. Al llegar encima del estanque, el vendaval perdió fuerza y
la rana cayó al agua. Con el golpe, la rana perdió el conocimiento y se hundió
hacia el fondo.
Cuando pasó la tormenta, unos sapos encontraron a la
rana tendida en el fondo del estanque. ¡Miren una rana! Parece que está herida.
Probablemente la ha sorprendido la tempestad. La llevaremos a los nidos de
algas y avisaremos a las otras ranas.
Los sapos llevaron a la rana a una playa próxima y
la tendieron sobre un blando colchón de algas.
Después de algún tiempo, la rana volvió en sí y vio
alrededor de ella a todas las ranas y los sapos del estanque. La rana apenas podía creer lo que veía.
Somos tus amigos, exclamaron todos riéndose. Pero
dinos, ¿qué te ha sucedido?; ¿de dónde vienes? Nunca te hemos visto por aquí.
La rana contó su historia y los sapos y las ranas la
escucharon asombrados. Y desde aquel día, la rana nunca volvió a estar sola.
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