Los poetas siguen viviendo para siempre
Hermano, Federico Latorre
Ormachea: qué momento tan inesperado escogiste para levantar tus velas hacia al paraíso de
los trovadores lúcidos y agudos de la palabra. Te adelantas, seguramente a
cumplir con tu cita en la estación de los bardos inmortales, para verte con los
buenos dioses y personajes mágicos de tus relatos y cuentos, que con tanta
emoción comprometida, estabas dedicado a describirnos. Depositabas en tus
mensajes aquella convicción evidente de tu terca vocación de revelar la
existencia viva de manifiestos culturales que poseen nuestros pueblos andinos
en la práctica vivencial de sus vidas diarias. A aquellos, acostumbrabas
relatarnos con la naturalidad fragante de los jardines de Ampay; a veces mordaces,
irónicos, pero profundamente firmes. Llano y sentencioso a manera de la
filosofía popular de las hierbas comunes del campo. Sólo los hombres hechos de
tierra y piedra como tú, podrían
hacerlo.
Federico,
también hoy preferiste asistir a la cita para verte con el buen dios de Vallejo,
Mariátegui y Arguedas. A reencontrarte en la inmensidad de la antesala del Parnaso
con Beatriz y Dante. Con el alma tenaz, pero sincero de Valdelomar y Francisco
Izquierdo Ríos. Con el siempre águila de James Oscco, los cóndores de Manuel
Robles Alarcón, Julián Huanay, Luis Nieto, Marianito Huillca y de otros buenos
habitantes del Olimpo.
¡Oh
grande Apu de la tierra de todos…!: Salkantay, Ampay, Apu Runco, Suparaura, Himalaya,
Karakórum, Everest (Asia),
Aconcagua (Argentina) Kibo (África)
Huascarán, etc. acoge en vuestro eterno gremio a este hermano nuestro, que
prefirió ser soñador y trovador de espíritus expatriados. Eligió ir al lado de
los perseguidos por los degolladores de hierbas y amantes de corridas y peleas
de gallos. Dios de las alturas, cógelo en tu hondura azul. Este hombre de rara
belleza, jamás se doblegó ante los generadores de dióxidos de carbonos que
lastiman los corazones de nuestras montañas; ni se embrolló ante los
escribidores de sombras para las sombras. Él, fue un hombre claro, honesto,
tallador de abrazos abiertos. Creemos que el desarrollo de la inteligencia y
del poder físico, siempre serán necesarios si han de servir para elevar los
fines más prioritarios del vivir humano. Federico nunca fue ajeno a este
principio, estaba convencido de lo que hacía y decía. Tal vez por eso, el
vehículo de su comportamiento fue siempre la veracidad.
Hermano Federico, ya no tendré
quién adopte mi presencia en Abancay, que en total contento me recibías cuando
yo llegaba. Con quién ahora, lleno y emocionado -como diría Vallejo- improvisaré
saltos escolares como cuando sucedía en cada encuentro nuestro. Y luego me
decías: “Apurunku, qué bueno que llegaste, ya era hora… vamos al mercado las
Américas a saborear un yuyo aushcha o jugo de papaya…”
Yo era feliz, no estaba solo, aún tenía a alguien que se atrevía a soportar mi
tosca y desamparada presencia. Vive amigo mío, siga viviendo para siempre, los
poetas no sucumben. Siga viviendo en el murmullo transparente de las aguas del
río grande; en las piedras mágicas de las alturas, en los corazones eternos de
nuestros amados pueblos.
¡Ah…no te olvides de esperarme cuando yo arribe
a Abancay, tienes que acompañarme al mercado a repartir nuestros sueños…!
Callao, 8 de octubre del 2013
Siempre… tu hermano,
Apurunku (Alejandro
Medina Bustinza)
Lejanía
iii
“Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo...”
José Ángel Buesa
Desde que se hizo tu ausencia
en mis ojos
llueven
tardes despedidas.
Desde que ya no estás conmigo
el
río
ha olvidado sus cauces.
Ya no festejan mayos
los graneros en los trigales.
Hasta los pichiuchas
han callado sus charangos
en
mis tejados.
El ichu está penando
sus tiernas perdices.
Han anidado cuervos
los campanarios.
Ya no se oyen
las faenas por las praderas
ni aparecen sudorosos
los viajeros
de trigo y
horno.
Y han leñado en velatorios
los últimos paraderos.
Y palpitan inviernos
en
mis labios
ya no vuelan mariposas
sin tus manos.
Desde que se hizo tu ausencia
en mis ojos
llueven tardes despedidas.
“Ojos tocuyo” Pág. 70
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