Mauricio PARI CRUZ (11 años, tercer grado de primaria )
El gallo Carlos y el zorro se fueron del Cuzco. En una semana llegaron a Lima. El zorro fue a robar el reloj del guardia Serapio, sacándolo por la ventana. Después le dio al gallo Carlos para que se fije en la hora. Carlos miró la hora para saber cuándo tenía que cantar. Pero al mismo tiempo que cantó, lo hizo también el pukupuku. Entonces el pukupuku se molestó porque había cantado el gallo y le dijo «cállate Carlos». Es que en los tiempos antiguos el pukupuku era el único que cantaba para despertar a los hombres. Ambos se retaron diciendo «vamos al puesto y apostaremos sobre la cantidad de hijos que podemos tener». En la madrugada se dirigieron al puesto policial donde el guardia Serapio tenía que hacer ganar a uno de los dos y les preguntó sobre la cantidad de hijos que podían tener. El gallo dijo «en un mes puedo tener más o menos veinte hijos» y el pukupuku dijo «en una semana puedo tener dos hijos». Entonces ganó Carlos y se vino con el zorro hacia Cusco. En el abra de Santo Cristo, que queda cerca al Cusco, los pukupuku estaban esperando a Carlos para matarlo. Pero el gallo había venido en un caballo blanco vestido con apariencia de hombre, por lo que los pukupuku no lo reconocieron y preguntaron al zorro «¿dónde está Carlos?». «Estaba por Lima cuando lo dejé» mintió el zorro. Después de haber dormido en el abra de Santo Cristo, los pukupuku regresaron a Lima para buscar al gallo. Al día siguiente, se encontraron con un señor y le preguntaron si había visto al gallo. Este les contestó «ayer se ha ido en un caballo blanco». «¿Dónde estará ahora? Ya no lo vamos a alcanzar» se lamentaron los pukupuku. Mientras tanto, Carlos y el zorro se dirigieron al Cuzco y llegaron a su pueblo. Desde entonces, sólo el gallo canta en la madrugada. El pukupuku se levanta tarde y ya no despierta a los hombres. Ahora, éste sólo vive en las lomas de Pampallacta. Aquí termina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario