miércoles, 21 de mayo de 2014
Cuento: El niño y el fuego
Un hombre y su pequeño hijo, quienes habían iniciado un largo viaje y pasaban por una selva densa, en la noche decidieron tomar un descanso y entonces el niño le dice a su padre: “Papá, tengo frío”
Al escuchar esto el padre se puso a recoger pedazos de madera y yesca para hacer una pequeña fogata. Una vez encendido el fuego el niño se acerco y dijo: “Gracias papá, el fuego es hermoso, el fuego es bueno, nos da calor en esta noche”. El padre sonrió y se sento junto a su pequeño a observar el fuego.
Más tarde el niño le dijo a su padre: “Papá, tengo hambre” a lo cual su padre saco unas provisiones de su morral y procedio a calentar y a cocinar unos alimentos. Luego, mientras comían, el niño le dice a su padre: “Gracias papá, el fuego es hermoso, el fuego es bueno, nos permite preparar los alimentos para nutrirnos y sostenernos”. El padre sonrió y procedio a comer junto a su pequeño.
Unas horas despues empezaron a sentirse los ruidos de la noche, el niño le dijo a su padre: “Papá tengo miedo, no apagues el fuego” al escucharlo su padre procedió a avivar el fuego mientras se acercaba al niño poniéndolo en su regazo. “Gracias papá, el fuego es hermoso, el fuego es bueno, nos ilumina en la noche y aleja los peligros de la selva para que descansemos tranquilos”. El padre sonrió y el niño se quedo plácidamente dormido.
Al amanecer el niño pretendió apagar el fuego pero accidentalmente se quemó los dedos, lo cual hizo que gritara de dolor y empezara a patear lo que quedaba de la fogata mientras maldecía una y otra vez: “Estúpido fuego, mira lo que me has hecho!!! No te quiero ver más!!!”
Su padre lo observaba y le dijo: “El fuego es el fuego, nos da lo que tiene sin esperar nada a cambio, es lo que es y cumple su cometido, no pretende ser más que eso y tu no puedes pretender que deje de ser lo que es”
Al oir esto el niño se detuvo silenciosamente mirando las cenizas que quedaban, se sento frente a ellas y agachó su cabeza en gesto de agradecimiento hacia el fuego que se terminaba de extinguir.
El padre observó, sonrió y supo que era hora de seguir su camino.
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