Había una vez... Una bruja que se llamaba Tanit. Tanit vivía en el Parque de la Ciudadela, entre las hojas y los árboles. Era invisible para los humanos. Y se dedicaba a ayudar a la gente que paseaba por el parque. Eso la hacía muy feliz.
Tanit pensaba y pensaba como lo podía hacer... era fácil solo tenía que entrar en una casa, pero no servía cualquier casa para eso. Tenía que elegir.
Un día vio a un niño paseando con su hermana mayor. Y llamaron su atención, ya que el niño llamaba a su hermana mayor por un nombre parecido al suyo: Tania. La brujita en aquel momento supo que quería pasar el invierno con los dos hermanos. La intuición le decía que Tania era una buena chica. Dicho y hecho: la brujita se colgó de la melena de Tania y se fue a vivir a casa de los dos hermanos. Cuando llegó, le gusto tanto la familia que decidió quedarse para siempre, haciendo más agradable la vida de aquella familia, que, sin saberlo, la habían acogido.
Marina Cabrera
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