viernes, 11 de abril de 2014
Un cuento sobre... el misterio de la muerte
"Una mujer desconsolada sufría muchísimo ya que no podía superar la muerte de su cónyuge. Cierto es que habían compartido una muy feliz vida en común, pero una cruel enfermedad había echado por tierra todas las ilusiones de envejecer juntos que tenía la pareja.
Además, sentía que de nada habían servido sus oraciones y súplicas a Dios, pues su marido no solo falleció sino que además sufrió mucho con su enfermedad en esos meses de dolor.
El hombre de su vida ya no estaba a su lado y la depresión le hacía pensar que ya nada tenía sentido. No entendía porqué Jesús misericordioso, en el que ella siempre había creído, no escuchó sus súplicas y abandonó a su esposo. Pensaba amargamente que quizá Dios nunca había estado con ellos, o peor todavía, tal vez no existía.
Una noche que, como tantas otras, se durmió pensando en su amor ausente, tuvo un sueño. Se encontraba realizando las tareas de la casa y recibía una carta.
Era algo tan usual que no le llamó la atención pero, al leer el remitente se sorprendió. Volvió a leerlo, una y otra vez, hasta que se convenció de que ¡era nada menos que el nombre de su marido! Con el corazón palpitando locamente y las manos temblorosas, miró la dirección y ¡vaya sorpresa!, estaba enviada desde el cielo. Con urgente desesperación abrió el sobre y leyó la carta que decía:
"Mi vida: en la tierra quedó la semilla, pero el árbol creció en el cielo. Sé que te va a resultar difícil de entender, pero lo que es una felicidad eterna para mí, no puede ser un dolor para my, verte así, es lo único que empaña mi celestial alegría.
Debemos agradecer que en aquella vida (que es una preparación para la verdadera Vida) hayas caminado juntos, más allá de los problemas, en felicidad y amor; y como somos uno, también un día gozaremos juntos por toda la eternidad.
Tuve muchos errores en mi vida, pero el sufrimiento que parecía carecer de sentido en los últimos meses de mi enfermedad, purificó todo mi pasado y hasta también le sirvió a tu vida y a la de muchos más, pues aquí aprendí lo que no comprendía allá, el valor salvífico del dolor: la "cruz" es también camino a la Gloria. Por eso, aunque por ahora te cueste comprenderlo, debemos dar gracias por lo que hemos pasado y valorar aquello que vivimos juntos.
Así como el sol parece que se oculta en un lugar y sale con todo su esplendor en otro, de la misma manera pasamos en un instante, de la muerte a la luz, del dolor a la gloria, de la vida limitada a la felicidad eterna.
Mi amor, yo no dejé de existir, por el contrario, ahora existo en plenitud, y estaré siempre contigo. Y todo esto es posible porque también existe el que nunca me abandonó aunque en su momento no lo comprendí.
Y es también el que jamás te abandonará, y con el tiempo, de a poco, secará tus lágrimas una a una, hasta que nos volvamos a ver. Ese ser misericordioso es Jesús, nuestro amigo y nuestro Dios, y en él, tu vida y toda vida tiene sentido. Hasta pronto. Tu amor".
La mujer despertó agitada y, luego del desconcierto inicial, reaccionó y lamentó que todo haya sido solo un sueño... Pero notó algo curioso, por primera vez, después de mucho tiempo, no tenía las lágrimas que puntualmente al despertarse, caían de sus ojos..."
("Carta desde el cielo", de José Balabanian, "El Dios escondido", SAN PABLO)
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